Social Icons

twitterfacebookgoogle plusrss feedemail

domingo, 16 de septiembre de 2012

Enfermos por el trabajo

Estamos trabajando mucho más que hace cuatro décadas... y más intensamente. Tenemos celulares inteligentes, laptops,  hiperconectividad las 24 horas. El trabajo nos sigue a todas partes: un SMS a la madrugada nos alerta de la interrupción de la línea de producción, un jefe nos llama mientras cenamos para dictarnos sus últimas correcciones al reporte semanal, la casilla de mails se llena durante los fines de semana.

¿Qué le sucede a nuestra salud mientras la vorágine nos sumerge?







¿Estamos trabajando mucho?


En Argentina, según la  Encuesta a Trabajadores en Empresas (ETE) [1], realizada en los meses de octubre y noviembre de 2005, el promedio de horas semanales trabajadas es de 42 horas, cifra que está dentro de lo previsto en la legislación. Sin embargo, al desagregar los datos se verifica que un 27% de los  trabajadores labora más de 45 horas semanales. Además, la categoría de "los profesionales tienen una jornada de trabajo extensa en todas las ramas de actividad, [...] el 15% trabaja más de 48 horas semanales".

En lo que respecta a las horas extras, en Argentina se observa que "el 17,5% de los trabajadores realiza horas extras, con un promedio que alcanza a 7,8 horas semanales". Además,
la remuneración o no de las horas extras según grado de calificación muestra que son los sectores profesionales y técnicos quienes, en mayor proporción, no perciben remuneración en dinero por las horas extras. En el caso de los profesionales, la no remuneración de las horas extras coincide con la extensión de la jornada habitual de los cargos de mayor jerarquía. [1]
En Estados Unidos, de acuerdo a estudios citados por Claire Caruso [2], doctora del Centers for Disease Control and Prevention, el 26% de los hombres y el 11% de las mujeres norteamericanos trabajó más de 50 horas semanales en 2000. Esto corresponde a una jornada laboral de 10 horas o más. Las horas laborales combinadas de parejas de ese país se incrementaron entre 1970 y 2000 en un equivalente de 12 semanas; por el doble efecto del ingreso de mujeres al mercado laboral y el crecimiento de las horas trabajadas. Así, el 25% de los matrimonios estadounidenses trabaja más de 80 horas semanales.

Es evidente que estamos trabajando más horas que hace cuatro décadas y de manera más intensa. Las causas pueden ser rastreadas en la instauración del nuevo espíritu del capitalismo [3, 4] y sus prácticas asociadas.

Breve digresión: la precarización laboral


La otra cara de la moneda es la precarización laboral. Si existe una presión sobre el cuerpo de los trabajadores formales por ocupar largas horas en sus labores es porque existe de la mano un conjunto de situaciones de empleo no formal o pobremente formalizado. Como señala Robert Castel, sociólogo francés [5]:
El nuevo regimen del capitalismo que se implanta desde los años setenta, tras la salida del capitalismo industrial, no parece estar en condiciones de asumir el pleno empleo [...] La prueba de esta escasez de empleos es la persistencia de una desocupación masiva, y también la multiplicación de situaciones de trabajo por debajo del empleo, actividades de tiempo parcial, precarias, de duración limitada, mal cubiertas por el derecho del trabajo y la protección social.
Ambas situaciones, eternas jornadas de trabajo formal y actividades precarias, deben verse en conjunto para entender la situación del empleo como articulador de la vida social.

Consecuencias de las largas jornadas laborales


Se incrementa el riesgo de depresión, bajan fuertemente las capacidades cognitivas, aparecen los trastornos del sueño y la ansiedad, se incrementan los conflictos familiares, taquicardia, hipertesión...
  
Cognitivas

Hay amplia evidencia de la disminución de las facultades congnitivas en trabajadores sometidos a las largas jornadas laborales. En un estudio sobre funcionarios públicos británicos durante cinco años Marianne Virtanen del Instituto Finlandés de Salud Ocupacional [6] encontró que:
En comparación con trabajar 40 horas por semana como máximo, trabajar más de 55 horas  semanales está relacionado con menores puntuaciones en el test de vocabulario, tanto en la línea de base [años iniciales del estudio] y en la fase de seguimiento. Largas horas de trabajo también implican una disminución en el rendimiento en la prueba de razonamiento (Alice Heim 4-I). [...] Este estudio muestra que las largas horas de trabajo pueden tener un efecto negativo en el rendimiento cognitivo en adultos jóvenes.
Otros estudios citados en [2] alertan sobre la disminución de la capacidad de planificar y priorizar tareas (¡atención mandos medios workaholics!), la declinación del estado de alerta, de la concentración y de la atención equivalentes a altas dosis de alcohol en sangre.  

Pero lo más importante es que las personas, luego de un larga jornada laboral superior a las 12 horas, no son concientes de cuánto su capacidad coginitiva se ha reducido.

Depresión

Entrevistado por La Nación (edición del 14 de julio) [7] Stephen Stansfeld, integrante del Instituto Wolfson de Medicina Preventiva de Londres, comenta que "terminar exhausto por exceso de trabajo puede precipitar una crisis depresiva, pero también es disruptivo con respecto a las relaciones más cercanas y le resta tiempo al relax".

Junto con Marianne Virtanen y otros investigadores realizaron una investigación en la que se concluye que trabajar más de 11 horas por día duplica el riesgo de depresión [8].

Perturbaciones al sueño

Parece una perogrullada advertir sobre las consecuencias nocivas de las largas jornadas laborales sobre la calidad del sueño. Sin embargo, es siempre importante enfatizarlo. Hay amplia evidencia [10, 11] al respecto y de cómo, en cascada, el déficit de sueño dispara otras perturbaciones el la salud.

Otras

Podemos continuar: problemas cardiovasculares, de fertilidad, incremento en la propensión al alcoholismo y abuso de drogas, y un largo etcétera.



Conclusión


¿Y entonces? ¿Es nuestro destino irrevocable sacrificar la salud en el altar de la productividad siempre creciente y de las eternas jornadas laborales? [11]. A pesar de las fuertes presiones, de lo desigual de las fuerzas, siempre hay un espacio en el que se puede resistir e intentar modificar las prácticas de las organizaciones. Ante el desanimo hay que poner perspectiva histórica, evitando caer en un nostalgismo de épocas pasadas: no siempre se trabajó de esta manera. Y no siempre trabajaremos de ésta.

 

 Referencias


[1] http://www.trabajo.gov.ar/left/estadisticas/descargas/toe/toe_06_03_encuesta.pdf


[2] Caruso, Claire C: Possible broad impacts of long work hours. Industrial Health 44 (2006): 531–536. Online aquí: https://www.jstage.jst.go.jp/article/indhealth/44/4/44_4_531/_article

[3] Boltanski, Luc y Chiapello, Eve. El nuevo espíritu del capitalismo, Ediciones Akal, Madrid, 2010.

[4] http://elmandomedio.blogspot.com.ar/2012/06/saber-hacer-o-saber-ser.html

[5] Castel, Robert. El ascenso de las incertidumbres.Trabajo, protecciones y estatuto del individuo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2010, pág. 92.

[6] Virtanen, Marianna: Long Working Hours and Cognitive Function - The Whitehall II Study. American Journal of Epidemiology (2009) 169 (5): 596-605. Online aquí: http://aje.oxfordjournals.org/content/169/5/596.full

[7] Edición del 14 de julio de 2012, http://www.lanacion.com.ar/1490327-trabajar-mas-de-11-horas-por-dia-duplica-el-riesgo-de-depresion

[8]  Virtanen, Marianna: Overtime Work as a Predictor of Major Depressive Episode: A 5-Year Follow-Up of the Whitehall II Study. (2012) PLoS ONE 7(1): e30719. Online aquí: http://www.plosone.org/article/info:doi/10.1371/journal.pone.0030719

[9] http://blogs.cdc.gov/niosh-science-blog/2012/03/sleep-and-work/

[10] Van der Hulst, Monique: Long workhours and health. Scandinavian Journal of Work, Environment & Health,  2003;29(3): 171–188. http://www.sjweh.fi/show_abstract.php?abstract_id=720

[11] Alternativamente, se pueden también plantear los impactos del sub empleo en la salud.
 

4 comentarios:

  1. Enfermedad a mi remedio27 de octubre de 2012, 0:17

    Interesante tema El Mando Medio.

    Yo mismo he sido un claro ejemplo de lo que planteas en este post. El trabajo excesivo me estaba consumiendo la salud, y como la lógica de la métrica penetra en la mente a niveles insondables, ¿sabes lo que hice para mostrarme a mí mismo que mi vida personal se estaba degradando? creé un índice de calidad de vida con varios indicadores, un tablero de comando individual con índices, cuadros y desvíos sobre mi salud, contacto familiar y actividades personales.
    Como verás, la "solución" me expuso más claramente el problema. Decidí entonces olvidarme del maldito índice y aplicar un cambio drástico en mi trabajo. Gran parte del problema resuelto y la salud mejorada.
    Somos la enfermedad a nuestro propio remedio.

    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Amigo Enfermedad a mi remedio,
      es como vos decís, hay que prestar atención a los remedios que nos proponen o nos planteamos nosotros mismos. Muchos de ellos no son más que alivio sintomático o directamente expresiones propias de la enfermedad. Las empresas suelen hacer cursos de "well being", dar clases de yoga, de ergonomía, de "mindfullness". Está perfecto y prefiero que ofrezan esos talleres a que no lo hagan. Sin embargo, eso no ataca el problema, ni siquiera empieza a entenderlo. A veces me pregunto si son concientes de eso.... lo signos son evidentes para quién quiera verlos.
      Dicho esto, me alegro que hayas encontrado el camino para restaurar tu salud!

      Eliminar
  2. Que triste realidad pero recordemos estas líneas para seguir nuestro objetivo que obviamente no están entre los objetivos que nos ponen año a año en nuestros trabajos. ¿O queremos dejar nuestra vida en el trabajo y relajarnos cuando un análisis clínico nos diga basta y nuestro hijos nos digan "chau me voy al club" y no los veamos en todo el dia?

    Saludos!
    Carolain

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Carolain! Y sí, lamentablemente mucha gente se da cuenta con una úlcera, pico de stress, ataque de pánico o el descubrimiento de que nuestro hijos son extraños... Recordemos y hagamos!

      Eliminar

Los comentarios son bienvenidos. Prefiero los seudónimos a los anónimos...

 

El Origen de la Crítica

La formulación de una crítica supone previamente la vivencia de una experiencia desagradable que suscita la queja, ya sea ésta padecida personalmente por el crítico o el resultado de una conmoción por la suerte de otro. Es lo que aquí denominamos la fuente de la indignación. Sin este primer movimiento emotivo, casi sentimental, ninguna crítica puede emprender vuelo. Por otro lado, el espectáculo del sufrimiento no conduce automáticamente a una crítica articulada, ya que necesita un apoyo teórico y de una retórica argumentativa para dar voz y traducir el sufrimiento individual en términos que hagan referencia al bien común.

Boltanski, Luc y Chiapello, Eve. El nuevo espíritu del capitalismo (Madrid, Ediciones Akal, 2010, página 83).

Las Políticas de Management

En la actualidad las políticas de management subjetivan buscando una identidad entre trabajo y vida, entre objetivos personales y objetivos del capital y haciendo que los trabajadores hagan, por sí mismos, algo que al capital ya no le resulta tan sencillo realizar: controlar el uso eficiente de la fuerza de trabajo en función de sus propios objetivos.

Zangaro, Marcela. Subjetividad y trabajo (Herramienta Ediciones, Buenos Aires, 2011, pag. 182).

Enfrentamiento interno

Cuanto más se asciende en la organización más se funde uno con ella, puesto que más que estar dividido entre las exigencias del negocio y los criterios del personal, unas y otros entran en sinergia reforzándose mutuamente [...] El enfrentamiento entre capital y trabajo, que siempre había tenido como campo natural la empresa, pasa a producirse en el interior del individuo, que se debate entre su tendencia a trabajar menos para protegerse y escapar de las exigencias de la empresa, y su inclinación a trabajar cada día más para aumentar sus beneficios y mejorar siempre los resultados.

Auber, Nicole y De Gaulejac, Vincent. El coste de la excelencia. (Paidós Ibérica, Barcelona, 1993, pág. 38).