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miércoles, 3 de abril de 2013

El experimento de Milgram


Stanley Milgram fue un psicólogo de la Universidad de Yale, quien entre 1961 y 1962 realizó una serie de experimentos para evaluar los límites de la obediencia humana a la autoridad. Encontró que un porcentaje sorprendentemente alto de personas, un 65%, se prestaban a administrar shocks eléctricos de potencia creciente (desde 15 V hasta 450 V) a un sujeto que fallaba en las respuestas de un supuesto test de memoria. Pero las descargas eléctricas eran simuladas y el sujeto receptor era un actor en connivencia con el experimentador. La autoridad del experimentador, avalada por la prestigiosa Universidad de Yale, lograba vencer las resistencias de los individuos a inflingir sufrimiento a un ser humano [1].



Milgram trabajaba en el contexto de la post Segunda Guerra y los horrores producidos en ella:
La obediencia, como determinante de la conducta, es de particular pertinencia para nuestro tiempo. Ha sido establecido que entre 1933 y 1945 millones de personas inocentes fueron masacradas sistemáticamente bajo órdenes. Se construyeron cámaras de gas, se vigilaron campos de exterminio, se produjeron cuotas diarias de cadáveres con la misma eficiencia que la fabricación de electrodomésticos. Estas políticas inhumanas pueden tener su origen en la mente de una sola persona, pero sólo podrían llevarse a cabo en una escala masiva si un número muy elevado de personas obedecieran órdenes.
Y si bien "la obediencia sirve numerosas funciones productivas [y] la vida misma de la sociedad se basa en su existencia. [...] también puede referir a actos de destrucción."

El método


Para describir el entorno experimental sigo la entrada en Wikipedia [2], que es una excelente reescritura en español del paper original de Milgram [1].

El experimento requiere tres personas: El experimentador (el investigador de la universidad), el "maestro" (el voluntario que leyó el anuncio en el periódico) y el "alumno" (un cómplice del experimentador que se hace pasar por participante en el experimento). El experimentador le explica al participante que tiene que hacer de maestro, y tiene que castigar con descargas eléctricas al alumno cada vez que falle una pregunta.

[...]

Separado por un módulo de vidrio del "maestro", el "alumno" se sienta en una especie de silla eléctrica y se le ata para "impedir un movimiento excesivo". Se le colocan unos electrodos en su cuerpo con crema "para evitar quemaduras" y se señala que las descargas pueden llegar a ser extremadamente dolorosas pero que no provocarán daños irreversibles. Todo esto lo observa el participante.

[...]

Se comienza dando tanto al "maestro" como al "alumno" una descarga real de 45 voltios con el fin de que el "maestro" compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su "alumno". Seguidamente el investigador, sentado en el mismo módulo en el que se encuentra el "maestro", proporciona al "maestro" una lista con pares de palabras que ha de enseñar al "alumno". El "maestro" comienza leyendo la lista a éste y tras finalizar le leerá únicamente la primera mitad de los pares de palabras dando al "alumno" cuatro posibles respuestas para cada una de ellas. Éste indicará cuál de estas palabras corresponde con su par leída presionando un botón (del 1 al 4 en función de cuál cree que es la correcta). Si la respuesta es errónea, el "alumno" recibirá del "maestro" una primera descarga de 15 voltios que irá aumentando en intensidad hasta los 30 niveles de descarga existentes, es decir, 450 voltios. Si es correcta, se pasará a la palabra siguiente.

El "maestro" cree que está dando descargas al "alumno" cuando en realidad todo es una simulación. El "alumno" ha sido previamente aleccionado por el investigador para que vaya simulando los efectos de las sucesivas descargas. Así, a medida que el nivel de descarga aumenta, el "alumno" comienza a golpear en el vidrio que lo separa del "maestro" y se queja de su condición de enfermo del corazón, luego aullará de dolor, pedirá el fin del experimento, y finalmente, al alcanzarse los 270 voltios, gritará de agonía. Lo que el participante escucha es en realidad un grabación de gemidos y gritos de dolor. Si el nivel de supuesto dolor alcanza los 300 voltios, el "alumno" dejará de responder a las preguntas y se producirán estertores previos al coma.

Por lo general, cuando los "maestros" alcanzaban los 75 voltios, se ponían nerviosos ante las quejas de dolor de sus "alumnos" y deseaban parar el experimento, pero la férrea autoridad del investigador les hacía continuar. Al llegar a los 135 voltios, muchos de los "maestros" se detenían y se preguntaban el propósito del experimento. Cierto número continuaba asegurando que ellos no se hacían responsables de las posibles consecuencias. Algunos participantes incluso comenzaban a reír nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes de su "alumno".

Si el "maestro" expresaba al investigador su deseo de no continuar, éste le indicaba imperativamente y según el grado:

    Continúe, por favor.
    El experimento requiere que usted continúe.
    Es absolutamente esencial que usted continúe.
    Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.

Si después de esta última frase el "maestro" se negaba a continuar, se paraba el experimento. Si no, se detenía después de que hubiera administrado el máximo de 450 voltios tres veces seguidas.

En el experimento original, el 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios, aunque muchos se sentían incómodos al hacerlo. Todo los "maestros" pararon en cierto punto y cuestionaron el experimento, algunos incluso dijeron que devolverían el dinero que les habían pagado. Ningún participante se negó rotundamente a aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios.



(Nota: Milgram recibió numerosas objeciones acerca de lo ético de su experimento por el intenso sufrimiento psíquico que manifestaron los participantes.)

¿Sujetos u objetos?


El individuo, un ser autónomo, se sitúa voluntariamente bajo un conjunto de reglas, que permite un funcionamiento dado. Cuando estas reglas son incompatibles con el sistema moral del sujeto (o con el aparato legal imperante), se produce un conflicto que puede resolverse con la rebelión o la conformidad. Lo que muestran los experimentos de Milgram es que la obediencia debida prima sobre la rebelión. El individuo ingresa en un estado agéntico, por el cual se convierte en un agente de la autoridad, delegando -imaginariamente- la responsabilidad de sus actos. El poder asumiría las consecuencias. ¿O no? No: no hay obediencia debida que elimine la responsabilidad de los actos del sujeto.


Yo te he visto en la TV


En 2009 se condujo una nueva versión del experimento. En esta ocasión, a los individuos se les indicaba estar participando de la puesta a punto de un nuevo concurso televisivo de preguntas y respuestas. Esencialmente se reproduce el experimento de Milgram: en este caso la figura de autoridad es la TV, corporizada por el estudio televisivo, la presentadora del show y todo el dispositivo que rodea a la confección de un programa de TV. Las experiencias de los 80 sujetos fueron filmadas y los resultados compilados en un documental titulado El juego de la muerte [3], que recomiendo fuertemente.

Los resultados fueron aún más espeluznantes que en el estudio de Milgram: un 80% de los participantes continuó hasta el final de la escala de descargas eléctricas. Los investigadores sugieren que la autoridad de la televisión es tan grande hoy día que casi cualquier cosa es posible en un programa de entretenimientos. Y culmina con la pregunta: ¿Cuándo veremos el reality "El juego de la muerte", en el que los participantes se juegan literalmente la vida?


La obediencia en las corporaciones


Las empresas hoy día buscan seducir en lugar de someter a los empleados. En particular a los mandos medios se le ofrecen paquetes de beneficios para reforzar la identificación con la organización: la captura gerencial [4]. La coacción no es necesariamente evidente ni explícita. O puede ocurrir de manera creciente, como las desacargas eléctricas progresivas, para así naturalizar ciertas prácticas. Las situaciones de crisis propenden especialmente para que se nos solicite realizar acciones de dudosa legalidad o en conflicto con nuestra moral. Recordemos, por ejemplo, el "maquillado" de los balances de Enron [5, 6]. O las prácticas laborales de la aerolínea LAPA (falta de controles, presiones sobre los pilotos para volar sin los descansos legales), que condujeron al accidente de 1999 en Buenos Aires [7, 8]. Los ejemplos abundan.

Dificilmente un Director Financiero nos pida  hoy día que le propinemos una descarga eléctrica a un empleado, à la Milgram. Pero muchas de las presiones que podemos recibir podrían tener consecuencias graves en los empleados, en el medioambiente, en la sociedad.

Referencias


[1] Milgram, Stanley. Behavioral study of obedience. En Journal of Abnormal and Social Psychology, 1963, Vol. 67, No 4, 371-378. On line en http://isites.harvard.edu/fs/docs/icb.topic606668.files/Course%20Readings/94%20The%20Moral%20Self/milgram.obedience.1963.pdf

[2] Experimento de Milgram, http://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Milgram. Consultado el 3 de abril de 2013.

[3] El juego de la muerte. Agradezco a mi amigo El Pulpo Verde por referirme a este documental. On line en http://www.youtube.com/watch?v=wobfRkOBeRw

[4] Enfermos por el trabajo II - Christophe Dejours en Argentina. http://elmandomedio.blogspot.com.ar/2012/11/enfermos-por-el-trabajo-ii-christophe.html

[5] Ver, por ejemplo, http://economia.elpais.com/economia/2006/07/05/actualidad/1152084782_850215.html

[6] Hay una película del 2005, Enron: The Smartest Guys in the Room. http://www.imdb.com/title/tt1016268/

[7] Ver, por ejemplo, http://www.lanacion.com.ar/1169028-la-tragedia-de-lapa-ya-estaba-anunciada

[8] Para quien le interese, el informe final de la junta investigadora: http://www.jiaac.gov.ar/files/5459281.pdf


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15 comentarios:

  1. Estimado MM,

    Muy interesante su artículo y su paralelismo con la situación actual en las corporaciones.

    Sin embargo, me gustaría consultarle algo.
    Viendo la orientación del artículo, entiendo que entonces usted estuvo en contra de la derogación de la ley de obediencia debida en la argentina en el año 2003/4 ?

    Gracias x su respuesta

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    1. porque si no entiendo mal, usted está de acuerdo en que la obediencia debida (en las corporaciones por lo menos) genera un comportamiento no deseado por el individuo que es sujeto de la presión.

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    2. Reconozco que eso ocurre. Ahora bien, NO estoy de acuerdo en que eso esté bien o sea correcto. De hecho, pienso todo lo contrario:

      1) Las corporaciones (o cualquier organización) no deberían exigir a los sujetos nada que esté en contra de la ley vigente o en contra de su código moral.
      2) Los sujetos tienen el derecho (o el deber) de rebelarse ante (1).
      3) La obediencia debida no exime de responsabilidades.

      Y como decía más arriba, la coerción puede ser gradual y corremos el riesgo de salir del blanco y llegar al negro a través de la escala de grises que vamos aceptando.

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  2. MM, triste pero real, como bien dice el dicho, cuando la limosna es grande hasta el santo desconfia.

    Es dificil mantener la perspectiva respecto a lo que es correcto, y lo que es correcto para el negocio.


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  3. El experimento de Milgram es muy jugoso.
    Buenísima la entrada.

    Le dejo una delicadeza del gran Pedro:
    http://www.youtube.com/watch?v=piWv1U14XCc

    SaluT.

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    1. Gran canción de Peter Gabriel: "We do what we're told to do"

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  4. Estaría muy bueno analizar ante qué tipo de presiones (sutiles, silenciosas, discursivamente organizadas bajo el rótulo de verdades inapelables, y otras que vienen de tradición y por herencia) estamos sometidos, sin saber, sin sospechar siquiera y a diario, en otras organizaciones (familiares, escolares, vecinales) que no son tan claras como la empresa. ¡Muy bueno el artículo!

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  5. Dos comentarios muy modestos:
    1) Considerar que existe algo así como la obediencia debida implica suponer que los sujetos no tienen libertad para decidir sus acciones, sea cuales fueren sus consecuencias. Siempre existe un resto de autonomía, aunque la apliquemos a respetar las reglas.
    2)Los Simpsons, que todo lo piensan, tienen una versión del evento en http://www.youtube.com/watch?v=1DmWhzUQeok. Para pensar...
    Saludos a todos (hasta a los anónimos....)
    Coca

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    1. Gracias!

      Tal vez el tono del post haya sido muy pesimista e induzca a pensar que implantar la "obediencia debida" en la empresa es algo relativamente sencillo. (Creo que la historia reciente ayuda a ser pesimista). En efecto, sin embargo, siempre hay un resto de autonomía que hay que poner en juego para resistir las reglas injustas o ilegales o inmorales.

      Ahora bien, y como pregunta, desde una perspectiva filosófica, ¿se considera que siempre existe ese resto de autonomía? ¿O hay condiciones extremas de objetificación del sujeto que cortan todo ejercicio (y todo pensamiento) de autonomía? Y por "condiciones extremas" no hablo de situaciones laborales, sino de encarcelamiento, tortura psicológica y física, etc.

      Terrible la familia amarilla! Recuerdo perfectamente ese episodio.

      Salud!

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    2. Sinceramente considero que si hay sujeto, hay atonomía (aunque esté vapuleada). Es el resto que nos distingue de los objetos.
      Coca

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  6. (por ahi también andan los que por una palmada en la espalda+bonu$ le dan 220v a cualquiera)

    en este mundo patas para arriba, (casi) todos tienen un post-it a mano donde entra al menos un haiku.

    http://www.youtube.com/watch?v=v_zZmsFZDaM


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    1. Utòpicamente hermoso...

      Casi me pego un tiro (figuradamente, por supuesto) al reconocer lo idèntico del alienante espacio oficinesco en el cual trabajo. Pero, claro, un cubìculo es un cubìculo es un cubìculo, y asì ad nauseam. Esa era la idea, ¿no?, habitar cajas dispuestas en configuraciones laberìnticas como ratones de laboratorio.

      Brindo por el mìnimo haiku que rescata la singularidad, la autonomìa, la humanidad.

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  7. OMM-Otro Mando Medio25 de abril de 2013, 23:33

    Estimado MM,
    Llego algo tarde al debate, pero llego.

    Veo a diario situaciones en las cuales el individuo es puesto en situación de obediencia implícita (y a veces no tanto) y en general existe en las organizaciones permiso para operar en ese sentido, de lo contrario no se entiende cómo se mantienen en su puesto algunos managers.

    En ocasiones la autoridad impuesta se disfraza de motivación, y con la excusa de dar un esfuerzo extra para llegar a la gran meta, se exprime a la gente que inocentemente cae en la trampa. Recuerdo una reunión de status gerencial en la que uno de los managers dijo textualmente "estoy trabajando como un perro, nunca en mi vida había trabajado tantas horas". La devolución de su manager fue "bueno, falta el último esfuerzo"...

    Respecto de si hay margen para ejercer cierta autonomía, puedo confirmar que sí. Me ha tocado obedecer y me ha tocado decir que no, y de ambas creo haber aprendido.

    Te recomiendo ver una película francesa de 1979 llamada "I... como Ícaro". Aquí encontrarás el fragmento clave.
    http://www.eticaycine.org/i-como-icaro

    Excelente la exposición del tema.

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Los comentarios son bienvenidos. Prefiero los seudónimos a los anónimos...

 

El Origen de la Crítica

La formulación de una crítica supone previamente la vivencia de una experiencia desagradable que suscita la queja, ya sea ésta padecida personalmente por el crítico o el resultado de una conmoción por la suerte de otro. Es lo que aquí denominamos la fuente de la indignación. Sin este primer movimiento emotivo, casi sentimental, ninguna crítica puede emprender vuelo. Por otro lado, el espectáculo del sufrimiento no conduce automáticamente a una crítica articulada, ya que necesita un apoyo teórico y de una retórica argumentativa para dar voz y traducir el sufrimiento individual en términos que hagan referencia al bien común.

Boltanski, Luc y Chiapello, Eve. El nuevo espíritu del capitalismo (Madrid, Ediciones Akal, 2010, página 83).

Las Políticas de Management

En la actualidad las políticas de management subjetivan buscando una identidad entre trabajo y vida, entre objetivos personales y objetivos del capital y haciendo que los trabajadores hagan, por sí mismos, algo que al capital ya no le resulta tan sencillo realizar: controlar el uso eficiente de la fuerza de trabajo en función de sus propios objetivos.

Zangaro, Marcela. Subjetividad y trabajo (Herramienta Ediciones, Buenos Aires, 2011, pag. 182).

Enfrentamiento interno

Cuanto más se asciende en la organización más se funde uno con ella, puesto que más que estar dividido entre las exigencias del negocio y los criterios del personal, unas y otros entran en sinergia reforzándose mutuamente [...] El enfrentamiento entre capital y trabajo, que siempre había tenido como campo natural la empresa, pasa a producirse en el interior del individuo, que se debate entre su tendencia a trabajar menos para protegerse y escapar de las exigencias de la empresa, y su inclinación a trabajar cada día más para aumentar sus beneficios y mejorar siempre los resultados.

Auber, Nicole y De Gaulejac, Vincent. El coste de la excelencia. (Paidós Ibérica, Barcelona, 1993, pág. 38).