Alguien dijo que las organizaciones son seres vivos: nacen, respiran, se alimentan, se reproducen, mueren. Y se aburren. Ya saben: el aburrimiento corporativo es mortal y es el padre de nueve de cada diez reorganizaciones. Quien haya trabajado más de doce meses seguidos en una empresa grande ha pasado por estos procesos de cambio más de una vez. En efecto, como si se tratara de un animal de respiración acompasada, las grandes corporaciones inspiran y espiran nuevos organigramas cada seis u ocho meses.
Al final de cada ciclo los mandos medios nos miramos perplejos, identificamos nuestro nuevo jefe, memorizamos el nombre de la nueva organización que nos cobija y nos preguntamos si valió la pena hacer tanto esfuerzo para demoler la vieja estructura y levantar la nueva.
Veamos.