Daniel es analista programador en un importante banco en Buenos Aires desde hace casi una década. Tiene a cargo el mantenimiento y soporte a producción de un conjunto de aplicaciones críticas. Si éstas funcionan incorrectamente o cesan su operatoria, el banco perdería mucho dinero. Daniel tiene que asegurar que las aplicaciones funcionen las 24 horas, durante todo el año. Para ello trabaja de 9 a 18 en la oficina y esta disponible a través de un celular -provisto por el banco y cuyo número es conocido por todos los gerentes-, para que lo contacten cuando surgen los problemas.
A Daniel nunca le interesó demasiado que otros se metieran en su ámbito, que conocieran su trabajo y siempre se resistió a entrenar a otros programadores. Daniel es el dueño exclusivo de sus saberes. La cultura del área de sistemas (y de toda la compañía) es extremadamente feudal. En efecto, nadie permite que otro interfiera en su dominio -grande o pequeño. El reverso de esta cultura es que nadie tampoco intenta ver qué hace su colega; más bien todos intentan pasar los problemas a otra área y así quedar "limpios". La colaboración es una moneda escasa.
Daniel duerme con su celular en modo vibración bajo la almohada, para no despertar a su hijo pequeño con las frecuentes llamadas a la madrugada. No considera a esto como una intromisión en su vida privada. Al contrario, se siente el héroe que logra que la operación del negocio se realice sin problemas. Incluso ha llevado su laptop y su celular de vacaciones. Daniel ha recibido a menudo felicitaciones de los directivos del banco y las menciona con orgullo.
Hace unos meses Daniel tuvo un complicado problema renal y fue internado dos semanas. Aún con fiebre y dolorido fue contactado por el manager del área de sistemas del banco para resolver problemas que aparentemente nadie podía solucionar. Daniel colaboró desde el hospital y ofreció su ayuda, "llamen cuando sea necesario". Hoy Daniel cuenta esta anécdota como quien muestra una medalla al valor bien ganada en batalla.
Nota: los nombres y algunas circunstancias se han modificado para mantener la confidencialidad del caso.
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estadounide...
Hace 7 horas
Es el problema cuando se vive para trabajar y no se trabaja para vivir.
ResponderEliminarTuve un celular que sonaba por las noches para resolver problemas de una multinacional reportados desde el otro lado del mundo, por suerte hoy ya no estoy en ese esquema de trabajo, aunque todavia tengo un celular 24 horas prendido en caso de urgencia.
Eso si, no lo muestro como algo que me llena de orgullo, mas bien como los resabios pendientes de eliminar cuando logre no depender de una relacion de dependencia para pagar mis gastos.
Gracias por el comentario. Es mi mismo caso, el celular las 24 horas encendido; si bien no han habido muchas llamadas fuera de horario. Se asume que los managers somos managers las 24 horas de día. Y es práctica en muchas grandes corporaciones no pagar horas extras a los gerentes. Hay una especie de presunción de el rol comporta una suerte de dedicación full-life. Se podría justificar cuando te "liberes" de la relación de dependencia (nunca mejor expresado!) y tengas tu negocio propio. ¿Pero ahora?
EliminarQue hay una estructura organizacional armada para captar parte del tiempo y la voluntad de los empleados, de eso no hay duda.
ResponderEliminarSin embargo amigo El Mando Medio, las personas hacen cosas inusuales que exceden la contraprestación de dinero por motivos que sólo cada persona puede ser capaz de justificar.
¿Por qué un médico le da su número de celular a un paciente si no cobra las consultas telefónicas?
¿Por qué un padre se ofrece a realizar actividades de integración en la escuela de sus hijos fuera de horario, si no tendrá ningún beneficio económico para él o para sus hijos?
¿Por qué el Chori Dominguez decide volver a River pudiendo ganar mucho más dinero en Europa?
La auto-motivación y la necesidad de auto-realización podrían dar respuesta a algunas o todas estas preguntas. Ahora bien, en un ámbito empresarial estas conductas pasan a ser transparentes, pues es lo que se espera, aún en casos en los que no haya contratos firmados con el detalle de las prestaciones.
¿Qué tan perversas son estas relaciones, en las que claramente el poder está del lado corporativo? Tanto como la tolerancia de quien las acepta.
Para seguir con tu ejemplo, y tomando el mío sobre el Chori, no deberíamos dejar de pensar que vivimos en un mundo de objetos y personas descartables ("Hoy resignás dinero y calidad de vida para disfrazarte de héroe, mañana te enterás de tu desvinculación por la prensa").
Amigo GestioManagement, creo que los ejemplos del médico y el padre no son equiparables a la sobreexplotación del empleado asalariado. En ambos casos puede ponerse en juego la necesidad de auto realización; sin embargo, las compañías que operan bajo el capitalismo (y sin hacer ninguna valoración ideológica) intentan sacar el máximo de valor de cada empleado (la plusvalía, siguiendo a Marx), sin importar la dimensión humana del trabajador. Es sólo un recurso más y todo el dispositivo de control está alineado a este objetivo.
EliminarY sí, todo conduce a que "hoy resignás dinero y calidad de vida para disfrazarte de héroe, mañana te enterás de tu desvinculación por la prensa".
Creo que hay que hacer visibles estos mecanismos y discutirlos. Luego cada quien hará su ecuación personal de necesidades económicas, auto-realización, neurosis y demás.