Les recomiendo hoy tres novelas argentinas recientes, muy disfrutables las tres. Se trata de La 31 (Una Novela Precaria) de Ariel Magnus, Gongue de Marcelo Cohen y La Reja de Matías Alinovi. Las tres tratan, en su particular manera, el conflicto por la ocupación del territorio y la cuestión de la propiedad. Todas tienen un manejo muy especial sobre el lenguaje y registros muy diversos: desde el humor corrosivo de Magnus, la realidad extrañada de Cohen, la prosa con ritmo versificado de Alinovi. ¡Lean, lean! ¡Son excelentes novelas!
La 31
En La 31 (Una novela precaria) [1] Ariel Magnus despliega las múltiples voces que cruzan el espacio de la Villa 31 en Buenos Aires. Con un humor corrosivo desarma y pone a la vista los cimientos de la exclusión. Desde sesudos análisis pseudo académicos hasta el errante discurso de los drogadictos del paco, pasando por las declamaciones de una ONG; todas las palabras se cruzan y colisionan en ese espacio.
si en vez de escuchar esa mierda escuchara a lo redó sabría de qué te hablo cabeza de termo / el indio es un careta que vive en una mansión no sé dónde / se la da de guerrillero pero vive en marbella el hijoputa / a la mansione lo gallego le dicen villa / el hijputa graba lo tema en una mac / quéijoputa / callensen manga de negro villero envidioso si el vago hizo la guita se la tiene merecida y ahora la pasa piola en su mansión o vo no haría lo mismo ¿eh? tonce cerrá el orto aguante el indio [Pág. 45]
La erradicación [de la villa] se dio por eso de forma paulatina y voluntaria, a medida que cada nuevo propietario fue vendiendo su parte. Cuando los compradores de varias partes se las vendieron a otros compradores mayores, y estos a otros cadas vez más grandes, hasta que todo ya quedó en unas pocas manos, al fin se comenzó con la urbanización. Los vendedores quedaron contentos. Administrando lo ganado lograron salir de la miseria habitacional y hasta iniciar negocios propios. Los compradores, en cambio, se sintieron estafados. Nunca habían tenido que pagar tan caro un pedazo de tierra que el Estado podría haber desocupado a la fuerza. Para no asumir esa deuda injusta, trasladaron las pérdidas a las empresas constructoras, que a su vez las trasladaron al Estado, tomando préstamos a tasa vil. [Pág. 143]Las decenas de personajes arman un mosaico delirante que critica los discursos políticamente correctos, desnuda la exclusión que sostiene al sistema neoliberal y pone en el centro la discusión sobre el territorio.
Gongue
Si la novela de Ariel Magnus era un despilfarro de personajes, en Gongue [2] somos testigos de la monótona guardia de Gabelio Támper. Su autor, Marcelo Cohen, nos introduce en un escenario post apocalítipico, donde la pampa se ha inundado. Gabelio es encomendado con la tarea de custodiar las propiedades de su patrón, 15 metros bajo el agua. En su torre de vigía, un espacio de 20 metros cuadrados, tiene todo lo que necesita para la tarea: "escopeta vibradora, infiernillo de cocinar, bote de remos, farol, baterías, catre, ropa de protección climática, chubasquero" [Pág. 22].
Marcelo Cohen hace extraña a la realidad con el uso de neologismos, a la vez que mantiene una pertubadora familiaridad.
¿De quién protege las sumergidas posesiones de su jefe?
Mínimo instante que se presenta un rapiñero al horizonte, con su chapaleo de remo que me trae la brisa a la oreja, me quito la manta de los hombros y agarro la escopeta vibradora con ampolletas de dieciseis energales.[Pág. 8]El concepto organizador de la tarea de Gabelio es la gestión, que a lo largo de su monólogo emplea como sinónimo de administrar, usar, actuar. Y aquí se desnuda la artificialidad de la construcción social:
Y dijo, dijo el jefe, que no importaba tanto que robaran o no los rapiñeros, palafrenos muertos hinchados, muebles cubiertos por mugre de cloacas, como que hubiera la ilusión de que no robaran; porque de los bienes importa el caracter no humano, y el carácter no humano de los bienes lo da una gestión certera. Una gestión segura de los bienes poseídos garantiza la producción ulterior, Támper, dijo el jefe, la producción constante garantiza el crédito de nuestra isla entre las islas del Delta Panorámico; y cuando no hay bienes visibles ni producción segura, la garantía simbólica de nuestra fama entre las islas es la ilusión de una gestión constante. [Pág. 20, negritas mías]Gabelio es un custodio (gestor) de propiedades ajenas, que asume la lógica de su patrón, aún cuando esta lógica es claramente una construcción del poder (y viceversa).
La Reja
En la primera novela de Matías Alinovi, La Reja [3], unos usurpadores ocupan la casa quinta del narrador, hasta entonces abandonada: "Las cosas alteraron su sentido. Cosas recónditas, perdidas, que no pueden nombrarse en el olvido. Los recuerdos ocupados, alterados, por las sombras instaladas en la casa" [Pág. 15].
Y si "ocupar es ocupar siempre", asistimos a los intentos del dueño por desalolojar a los ocupas de su propiedad. Entran en escena los garantes de la propiedad privada: la policía, los abogados. Sin éxito. El protagonista se sumerge en una realidad "suburbana", cuyos códigos ignora y cuya lógica ha violentado su universo simbólico.
En el confín del imperio, los romanos, habrán visto signos así, de descalabro. Las legiones trajinando las calzadas que un tiempo antes construyeron los romanos. Las calzadas que hasta allí imaginaron, y que ahora transitan minuciosas. Una piedra emplazada entre las otras, o la curva inexplicable del camino, una palabra advertida en el discurso anterior a todas las batallas, algo en las plantas, en el aire emboscado de las voces que recelan sigilosas las legiones, un solo signo atisbado entre los otros que perfila la inconstancia del prodigio: Roma es distinta, el signo lo declara. Roma se aleja cambiando de sentido. Roma diverge y ya no nos ampara. [Pág. 51, negritas mías]Roma - la ciudad ordenadora: Buenos Aires - ya no ampara al narrador. ¿Qué es la propiedad en el suburbio de la ciudad? ¿Quién es el usurpador?
Tres narraciones
Tres narraciones argentinas escritas en la década de 2010, entonces, que dan cuenta de la crisis del territorio desde las perspectivas de los excluídos (La 31), los custodios (Gongue) y los propietarios (La Reja).
Un territorio que es una porción mínima de la superficie total de tierra del país, pero que más que nada es un territorio simbólico. Un territorio, así, cuya densidad se ha agigantado, hipertrofiando su geografía, haciendo rozar el pedernal de las clases. Donde ya no hay ni siquiera espacio para la exclusión.
Es muy ilustrativo leer el trabajo El ciclo de las villas y el mercado inmobiliario informal de la antropóloga María Cristina Cravino, publicado en Voces del Fenix [4]. La autora muestra cómo en las villas, territorio de exclusión por excelencia, se da un fenómeno de replicación de las lógicas de fragmentación social. Así, la villa se cierra sobre sí misma y adopta prácticas inmobiliarias. Y ya no "incluye" a los desplazados del sistema, que son expulsados por los alquileres y los costos de vivienda de la villa misma.
Las tres novelas arman y desarman el lenguaje, distorsionandolo, creando neologismos, adoptando voces excluídas de lo "correcto". Como si las formas aceptadas del discurso no fueran suficientes para dar cuenta de estos conflictos.
Referencias
[1] Magnus, Ariel. La 31 (Una novela precaria). interZona editora, Buenos Aires (2012).
[2] Cohen, Marcelo. Gongue. interZona editora, Buenos Aires (2012).
[3] Alinovi, Matías. La Reja. Alfaguara, Buenos Aires (2013).
[4] Cravino, María Cristina. El ciclo de las villas y el mercado inmobiliario informal. Suplemento 8 de Foces del Fénix, publicado por Página 12. On line en http://www.pagina12.com.ar/especiales/archivo/voces_en_el_fenix/008-fenix.pdf
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