Mientras la crisis continúa en Europa y USA, sus ideólogos siguen recomendando los mismos cursos de acción que la desataron. Las consecuencias se exportan al resto del mundo. Aún cuando la informalidad laboral crece y sube la distancia entre los mayores y menores ingresos salariales; los CEOs incrementan sus ingresos desmesuradamente.
¿Inepcia o codicia corporativa?
La codicia corporativa
En una muy recomendable nota publicada en Página 12 del 31 de julio [1], Bernardo Kliksberg -conocido referente de la gerencia social- nos alerta sobre la codicia desenfrenada de la cultura corporativa. Estas prácticas, propias de las políticas neoliberales ortodoxas, produjeron la enorme crisis que se desató en los países centrales en 2008. Crisis que ha tenido terribles consecuencias sociales, sin que hay habido la necesaria autocrítica y retirada de los programas ortodoxos. Es más, se han profundizado ciertos comportamientos:
Una encuesta a 250 operadores de alto nivel de decenas de compañías financieras (The New Yok Times, 16/7/13) plantea difíciles interrogantes. Se les preguntó si “se involucraría en el manejo ilegal de información confidencial si pudiera ganar 10 millones de dólares y no lo descubrieran”. El 24 por ciento contestó afirmativamente. La cifra es peor todavía en “las nuevas generaciones”. Entre los que tenían menos de 10 años de antigüedad, el 38 por ciento contestó que lo haría.
Sobre quienes conducen los buques insignia de la economía transnacionalizada, los glorificados CEO, Kliksberg nos presenta datos concretos de su impúdico enriquecimiento:
También lo es el irrefrenable ascenso de la brecha entre los CEO y los demás. En EE.UU., a pesar de la crisis, en 2012, los 200 máximos ejecutivos de empresas con más de 1000 millones de dólares en ingresos subieron sus remuneraciones en un 16 por ciento respecto de 2011. Ganaron en promedio 15,1 millones de dólares por año. Los millones de trabajadores del fast food ganan 9 dólares por hora promedio, 18.000 dólares por año.
Kliksberg es, por suerte, un optimista. Concluye su nota (que recomiendo una vez más) con un llamamiento a promover modelos alternativos de desarrollo con inclusión social, impulsados por los Estados.
En Argentina: la informalidad laboral y la distribución salarial
Una consecuencia de las prácticas neoliberales es la precarización del trabajo: puestos tercerizados, changas, sueldos "en negro", horarios reducidos. Estas nuevas modalidades de "precariado" (en contraposición con el "salariado") imponen restricciones de derechos laborales y sociales.
Jorge Duarte muestra, en su nota en Agencia Paco Urondo, el mapa de la informalidad laboral en Argentina [2]. Advierte que la informalidad laboral se ha convertido en un disciplinador social, tal como lo fue el desempleo en la década de 1990. Luego de la crisis de 2001, la informalidad laboral decreció constantemente hasta 2008, en que se estancó en un valor alrededor del 35%. Es decir, un tercio de los empleados está en una situación precaria:
Los valores más importantes de trabajo no registrado se encuentran en el Norte del País, donde alcanzan el 43,6% en NOA y el 38% en el NEA. Por su parte, la Región Patagónica muestra el comportamiento opuesto presentando los valores más bajos del fenómeno que, sin embargo, todavía asciende al 21,4%. También es importante mencionar que en el Gran Buenos Aires encontramos un 35,1% de trabajo no registrado que supera la media del país y, además, se coloca por encima de las medias de Cuyo, de la región Pampeana y de la región Patagónica.
La distribución salarial, en una nota de infobae [3] recomendada por nuestro lector Croissant, muestra que el el 10% más rico de la población gana 14 veces más que el 10% más pobre. Para contrastar, en Noruega es de 5 veces [4].
Referencias
[1] Kliksberg, Bernardo. Agujeros éticos, en Página 12, 31 de julio de 2013. On line en http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-225681-2013-07-31.html
[2] Duarte, Jorge. El mapa de la informalidad laboral, en Agencia Paco Urondo, 25 de julio de 2013. On line en http://www.agenciapacourondo.com.ar/secciones/sindicales/12293-el-mapa-de-la-informalidad-laboral.html
[3] Sticco, Daniel. El 10% más rico de la población gana 14 veces más que el 10% más pobre, en infobae, . On line en http://www.infobae.com/notas/717126-El-10-mas-rico-de-la-poblacion-gana-14-veces-mas-que-el-10-mas-pobre.html
[4] http://www.ssb.no/en/inntekt-og-forbruk/statistikker/iffor
Estimado MM.
ResponderEliminarCreo que en esta oportunidad su análisis omite una variable fundamental espacio-temporal, para entender el fenómeno. Y es el excesivo intervencionismo estatal que sufre la Argentina de los últimos años.
Es muy verificable el constante descenso de la informalidad y del desempleo en la última década, gracias a varios factores que voy a omitir citar. Pero también es cierto que ese descenso encontró un límite difícil de perforar.
El estado, en lugar de ser una gran oficina burocrática debería servir de facilitador para que emprendedores puedan crear negocios y contratar más personal.
Hay un índice muy famoso que habla de la "cantidad de días necesarios para comenzar un emprendimiento". La Argentina no ha mostrado mejoras en el mismo.
Este comentario no desautoriza toda su evaluación sobre los CEOs y las transnacionales, con la que estoy bastante de acuerdo. Humildemente lo complementa.
Aquí tendremos que disentir, estimado gus 1979. Creo que la intervención (no "intervencionismo") estatal es sumamente necesaria para revertir la "mano invisible del mercado". Si no, ¿cómo logran los países escandinavos tan altos indicadores sociales? Puedo concordar que en el caso argentino hay corruptelas de todo tipo, pero eso no invalida que el modelo a seguir -en mi opinión- sea de presencia estatal.
EliminarEstimado MM.
ResponderEliminarUsted ha leído algo entre líneas que no está explícitamente expresado en mi opinión.
La intervención estatal es sumamente necesaria. Estamos de acuerdo en ese punto. Nadie ha dicho lo contrario.
Considero que el estado debe ser un gran facilitador, con una estructura mínima y ágil, muy veloz.
Intromisiones innecesarias afectan los mercados y crean espacios propicios a la corrupción.
Considero inapropiada la comparación con los países escandinavos. Allí un estado grande no implica corrupción por el simple motivo (entre otros) de existir una justicia que realmente castiga a los infractores.
Lo invito a releer mi párrafo anterior para confirmar lo aquí expuesto.