La semana pasada no había finalizado de la mejor manera.
Hacía un mes y medio que no tenía asignación efectiva y dos semanas que mi jefe me evitaba sistemáticamente. A mis preguntas sobre nuevos proyectos contestaba con evasivas y me sugería no ir a la oficina. "
Para no hacer nada es mejor quedarse en casa, ¿no?" Pero el viernes pasado me llegó un
email con una escueta
invitación de mi jefe a una reunión presencial para "discutir sobre mi futuro". La cita era para el miércoles (hoy) a la mañana en las oficinas centrales del microcentro.
Los indicios eran muy claros. Ya sabía yo que hacía muchos meses que no entraban nuevos negocios. De hecho,
estabámos achicándonos. Un poco por la rotación normal del sector, otro (gran) poco por los despidos "consensuados" planificados por la organización.
La temida lista negra del WFR - Workforce Reduction. Las altas esferas de la corporación, en EEUU, habían establecido un plan de reducción de
staff para volver a ganar la confianza del mercado (sic). La reducción de costos, se sabe, levanta inmediatamente el valor de la acción en la bolsa. Al menos a corto plazo.
Entonces, ¿de que otro futuro iríamos a discutir con mi jefe más que mi salida? La semana pasada, definitivamente, no había terminado de la mejor manera.